sábado, 24 de septiembre de 2011

Metrobús Antonio Maceo

El ícono de la estación representa el busto del General Antonio Maceo y Grajales, militar de la revolución cubana. La estación se encuentra en la colonia Escandón, donde predominan las calles con nombres de políticos y militares americanos, como José Martí, Benajmín Hill, Benjamín Franklin, Salvador Alvarado, etc.

Antonio Maceo (1845-1896) heredó de su padre las cualidades de líder militar, aunque no fue éste el único campo en el que se destacó, pues también fue buen negociante y administrador de las fincas que tuvo.

Su carrera militar con el Ejército Libertador Cubano comenzó cuando su padre, junto a él y varios de sus hermanos, se unieron al alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes como soldados. Por su valentía en el combate, sus habilidades estratégicas y su ejemplar disciplina ascendió con rapidez en la escala militar, a pesar de las tendencias racistas y clasistas de varios de los propios patriotas, cuyo origen era francamente burgués o aristocrático. El origen humilde de Maceo y el color de su piel demoraron el ascenso a Mayor General del excepcional mambí, aunque ya los grados de Coronel y Brigadier General los había alcanzado con rapidez. Los hombres a su mando comenzaron a llamarle "El Titán de Bronce" por su excepcional vigor físico y resistencia a las heridas de bala y arma blanca. Se recuperó de las más de 25 heridas de guerra y parecía que ninguna de ellas afectaba su valor cuando entraba en combate.


En las cercanías de Punta Brava, finca de San Pedro, Maceo avanzaba solamente acompañado de su escolta personal (dos hombres), el médico de su Estado Mayor, el Brigadier General José Miró Argenter y una pequeña tropa de no más de 20 hombres. Cuando intentaban cortar una cerca para continuar la marcha, fueron detectados por una fuerte columna española, que abrió un intenso fuego. Al lograr cortar una parte de la cerca y decir "¡Esto va bien!", Maceo fue alcanzado por dos disparos: uno en el torso, no grave, y otro que luego de quebrarle la mandíbula le penetró en el cráneo. Sus compañeros no pudieron transportarle por intensificarse el fuego y junto a él quedó solamente el Teniente Francisco Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez, quien voluntariamente enfrentó a la columna española para proteger el cadáver del general. Luego de ser herido de bala varias veces, los españoles lo remataron salvajemente a machetazos, dejando los dos cuerpos abandonados.

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