Estación ubicada el extremo sur del segmento del Eje 3 Oriente Ing. Eduardo Molina. El ícono representa una gota de agua y una tubería.
Eduardo Molina (1892-1980) fue un destacado ingeniero mexicano. Realizó sus estudios en la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1935 se desempeñó como director de aguas de la Ciudad de México.
En 1956, la ciudad de México contaba con sólo 2 millones de habitantes beneficiados con una dotación de 320 litros de agua por día por persona, lo cual se consideraba un sistema deficiente (el estándar en grandes metrópolis de otras partes del mundo superaba los 400 litros por persona). El Ingeniero Eduardo Molina fue nombrado director de las obras de introducción de las aguas del Río Lerma a la Ciudad de México, con el fin de evitar que se repitiera una sequía similar a la de 1922, en la que el agua se agotó casi totalmente durante más de tres semanas.
Hacia 1941 se proyectó la Etapa 1 del Sistema Lerma, una solución hidráulica para abastecer de agua a los habitantes de la ciudad, particularmente los de la zona noroeste. El sistema lleva las aguas del Río Lerma en el Valle de Toluca hacia la Ciudad de México. Ello representó la construcción del túnel Atarasquillo – Dos Ríos, una estructura de 2.5 metros de diámetro que atravesó la Sierra de las Cruces hacia el Valle de México. El sistema culminaba en la actual zona de Chapultepec. El conjunto fue concebido por Rivera, Rivas y el ingeniero Eduardo Molina, con el fin de integrar arte público a un edificio funcional y crear un concepto integral basado en el uso del agua en la cultura mexicana, referencias al arte de las culturas mesoamericanas, y la celebración del esfuerzo tecnológico.
Por ello, el pintor plasmó un mural en un túnel que conduce a una gran tanque que se encuentra al centro del edificio y por donde "entraban" simbólicamente las aguas provenientes del Sistema Lerma hacia los grandes Tanques de Almacenamiento, que tienen remates de estilo neoclásico que funcionan como respiraderos y la Cámara Baja, ambos construidos a principios del siglo XX a un costado del edificio, que aprovechando la altura de su emplazamiento, aprovecharon el efecto gravitatorio para la distribución del líquido hacia la capital. Dichos tanques serían decorados posteriormente en la década de los sesenta por el arquitecto Leonídes Guadarrama, añadiendo en su circunferencia, fuentes en forma de serpiente inspiradas en la misma estética del cárcamo.
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